Rafael Rondón Narváez: Desde un cuarto de Catia

Desde un cuarto de Catia 2

Rafael Rondón Narváez

En 2021, con motivo de un aniversario de Caracas, Denise Armitano me invitó a escribir para la revista electrónica y web literaria contexturas.org. En ese entonces, no quise hacer un recuento intelectual, ni hacer recorridos eruditos, sino acudir a los lugares más entrañables de los sentidos.

En ese texto, recordaba mi arribo a este valle a los veinte años. Cuando vine desde Maracay donde estaba acostumbrado a dormir sin el bullicio nocturno, acompañado del silencio y la respiración de mis hermanos; cuando escuchaba los sapos en los estanques o los grillos de la lluvia. Pero al llegar, supe del sonido de una urbe muy diferente. Arribé a la soledad de un cuarto de Catia, donde leía hasta altas horas de la noche, estudiaba y era feliz, dándole forma a la ciudad sin verla, pero escuchándola en sus escándalos de ambulancias, fiestas y tiroteos; percibiéndola en sus olores de chocolates La India.

No podía saber en 2021 que un tiempo después retomaría ese texto, para agregarle a mi memoria filiaciones de otra índole. Cuando, con motivo de esta maravillosa exposición llamada: Rafael Monasterios. Paisajes de Venezuela en la Galería Freites me iba a encontrar con otras formas de Catia en esa sorprendente tela llamada Tenería de Boccard en Catia, 1930.

Como Monasterios, me siento parte de una estirpe de emigrados. Desde el interior, como el pintor lo hizo desde Barquisimeto; como mi familia desde un pueblo merideño, o desde otros países como tantos italianos, árabes y portugueses que habitaron los cafés y bulevares de Catia.

En este cuadro de Monasterios nos hallamos en los bordes geográficos de una patria. Catia era también un motivo para una ciudad en transición entre lo pastoril y cosmopolita; entre lo pecuario de una curtiembre y el ritmo agitado del petróleo. La imagen de este paisaje detuvo así el tránsito de una comarca casi agrícola tan invocada por los pintores del Círculo de Bellas Artes. Una Caracas tan nítidamente fijada para siempre en esta tenería, donde la luz y el humo de los cueros nos llegan desde de un país entrañable y ya perdido.

Este escrito forma parte de las lecturas «Textos breves para Monasterios», selección de Denise Armitano C., para la muestra Rafael Monasterios. Paisajes de Venezuela (Galería Freites, Caracas, junio-septiembre 2022).

Se leyeron microrrelatos y poemas de: Enriqueta Arvelo Larriva,  Vicente Gerbasi, Ednodio Quintero, Arnaldo Jiménez, Marisa Mena, Bettina Steinhold, Toti Vollmer, Rafael Rondón Narváez y Denise Armitano.

 

Rafael Rondón Narváez

Ensayista venezolano (Maracay, 1964). Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), magíster en Literatura Latinoamericana por la Universidad Simón Bolívar (USB) y doctor en Cultura y Arte para América Latina y el Caribe por el Instituto Pedagógico de Caracas, institución en la que coordinó la Maestría de Literatura Latinoamericana y actualmente ejerce la dirección de la Cátedra de Literatura Latinoamericana y del Caribe. Es miembro del Instituto Venezolano de Investigaciones de Lingüística y Literarias “Andrés Bello” (Ivillab) y del Programa de Estímulo a la Investigación (PEI). Fue jefe de investigación del Museo de Arte Contemporáneo de Maracay Mario Abreu y director de la Galería Municipal de Arte de Maracay. Ha realizado curadurías y textos sobre arte en diversas publicaciones de Venezuela y otros países. Autor de Las artes en Aragua: imaginario de un territorio (2003), Literatura y cultura: espacio para el encuentro (2005) y Las sendas del paisaje: paisaje, modernidad y nación en la Generación del 18 y el Círculo de Bellas Artes (2012). Instagram del autor:

Editora: Carmen Cristina Wolf

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TRES POEMAS DE RAQUEL MARKUS – FINCKLER POR EL SEGUNDO ANIVERSARIO DEL 7 DE OCTUBRE DE 2023

TRES POEMAS DE RAQUEL MARKUS – FINCKLER POR EL SEGUNDO ANIVERSARIO DEL 7 DE OCTUBRE DE 2023

Tres poemas…   podrán marcar la diferencia?
Frente a la judeofobia que vuelve a levantar su rostro en estos días, frente al odio gratuito que deshumaniza y reduce al pueblo judío a un blanco abstracto, la poesía se levanta como un acto de resistencia.
El odio necesita borrar los rostros y las voces; los poemas los devuelven a la luz.  Por medio del lenguaje lírico pretendo recordar que la sangre de los judíos es roja, que nuestras lágrimas son saladas, y que detrás de cada consigna de odio y desdén lanzadas a redes sociales, manifestaciones, medios de comunicación… Hay familias afectadas, seres humanos asustados, corazones que laten, sueñan y temen.
Estos poemas no pretenden derribar muros ni cambiar estadísticas. Pero sí pueden atravesar la coraza de quien nunca escucharía un discurso político, conmover aunque sea una o dos almas, y recordar a quien lo lea que los judíos, ante todo y sobre todo, seguimos siendo humanos.
Y a veces, con eso basta: tres poemas pueden abrir una grieta en la indiferencia, y esa grieta ya es una victoria.

«Lo opuesto al amor no es el odio, sino la indiferencia. Lo opuesto al arte no es la fealdad, sino la indiferencia. Lo opuesto a la fe no es la herejía, sino la indiferencia. Y lo opuesto a la vida no es la muerte, sino la indiferencia». Elie Wiesel

NUESTRA SANGRE ES ROJA

No sabemos quedarnos en silencio,

clamamos al cielo alzando la voz,

rezamos en coro,

pateamos el suelo,

nuestra sangre conoce el color del dolor.

 

Si nos lanzan fuego, morimos quemados.

Si nos acuchillan con rabia, morimos desangrados.

Nuestra piel no es inmune a las balas.

Nuestros cuerpos se retuercen ante la violencia y la rabia.

 

Nuestra sangre es roja,

nuestras lágrimas saladas.

Conocemos el sabor de la hiel en la garganta.

Ese siete de octubre todavía nos alcanza,

pero a pesar de todo el miedo,

aún sabemos de esperanza,

y guardamos la templanza.

 

Nos aferramos al mantel

convertido en bandera,

todavía hay demasiados puestos vacíos en la mesa.

Alzamos los ojos al cielo pidiendo una promesa:

que podamos habitar en paz nuestra tierra,

que podamos coexistir sin odio en el planeta.

 

Somos Am Israel y todavía seguimos de pie.

Somos Am Israel y todavía nos tiembla la piel.

Somos Am Israel y todavía guardamos la fe.

Reímos, lloramos, bebemos, bailamos.

A pesar de la tormenta seguimos andando…

A pesar de las tinieblas seguimos creando…

Nuestros rostros muestran las marcas de lo humano.

 

Nos señalan, nos atacan, nos calumnian, nos degradan…

y aun así nuestro corazón terco insiste en latir,

y aun así nuestro testarudo pueblo insiste en existir.

 

Hacemos de la memoria una canción,

de la canción una oración,

y con la palabra como herencia

se empecina una nación,

seguimos caminando en busca del sol.

 

No somos héroes ni villanos,

no somos sacros ni profanos.

Somos seres que aprenden a seguir

con heridas que aún sangran sobre un pasado vil,

con los sueños resguardados bajo un manto frágil.

A pesar del duelo…

A pesar del temor…

anclados en un suelo prometido por Dios.

 

Nuestra sangre es roja,

nuestras lágrimas saladas.

Conocemos el sabor de la hiel en la garganta.

Ese siete de octubre todavía nos alcanza.

NUESTRA FE Y NUESTRO ANHELO NO DESCANSAN

Un festival que se volvió cacería.

Kibutzim marcados por heridas.

Un gran hueco sembrado en nuestro centro,

el dolor y el agobio laten dentro.

 

El mar se divide —y nuestra historia también.

Soñamos a medias, abrazamos entero.

Y contamos los dedos que aún nos faltan:

amados que aún no vuelven al sendero.

 

Más de mil los destinos detenidos por la infamia,

y cincuenta las familias que aún no logran respirar.

Ya el tiempo no se mide por segundos,

ni hay mar que aguante tanto llanto.

 

Por la luz que aún palpita en el regazo,

esperamos —firmes— el fin de tanto espanto:

que el pueblo elegido para el odio

sea pronto redimido por amor.

 

Sembrados seguimos en la espera,

como ramas que se niegan a caer.

Y esos dedos en alto nos recuerdan:

nuestra fe y nuestro anhelo no descansan.

 

Vuelvan pronto. No olvidamos.

Hay asientos que los esperan en la mesa.

Hay mil sueños que no sueltan la promesa,

y el alma de su gente aún los llama.

 

Es curiosa nuestra forma de soñar.

Es inmenso nuestro empeño de abrazar.

Y hoy ardemos como brasas encendidas:

vivos el pueblo, la fe y nuestra esperanza.

BUSCANDO PERLAS EN LOS DESIERTOS

Como la hierba sobre la lava,

como la flor en el andén,

como las tunas en el desierto,

como un retoño en pleno invierno,

yo soy judía y resistiré.

 

Como el ave que nunca emigra,

como un lince que se agazapa,

como las lianas que se replican,

como un guerrero que no claudica,

yo soy judía y no callaré.

 

Y aquí seguimos…

bailando juntos sobre las plazas,

cumpliendo el sueño, rezando al cielo,

regando anhelos, sembrando credos,

buscando perlas en los desiertos.

 

Seguimos creyendo, rezando, pidiendo.

Ayer fue mi padre. Mañana, mi nieto.

Somos herencia que se renueva.

Somos historia que se recrea.

Somos la fe que sigue ardiendo,

como utopía en pleno desierto.

 

Con poesía cumplo el mandato

de mantener vivo el legado:

un mismo pueblo, un mismo orgullo,

y una quimera que no fracasa.

Yo busco perlas en los desiertos

y encuentro a Dios entre las zarzas.

Biografía de Raquel Markus-Finckler

Poeta, escritora, periodista, investigadora histórica, conferencista internacional y columnista de importantes plataformas internacionales. Venezolana. Esposa y madre.
Doctora Honoris Causa en Derechos Humanos otorgado por la Fundación Universidad Hispana.
Posgrado en Dirección de Instituciones Comunitarias (American Jewish Joint Distribution Committee / Univ. San Andrés / Instituto Spertus, Chicago).
Autora de los poemarios “Escribir para existir”, “Donde reside la belleza”, “Las horas negras” y “No alcanzan las palabras” —cuatro libros donde la palabra arde como zarza viva y el verso es testimonio.
Participó como poeta y educadora internacional en el Summit sobre Valentía Moral organizado por Coexpace, que es a global initiative that activates empathy, moral courage, and coexistence through immersive storytelling, education, and civic action. In a time of growing division, we create transformative experiences that challenge perspectives, spark critical dialogue, and inspire people to speak up, even when it’s hard.
Su obra poética ha recibido múltiples distinciones internacionales:
Primer Lugar de Poesía en el Concurso Notas Migratorias César Vallejo 2021 (Fundación Universidad Hispana).
Primer Lugar de Poesía en el II Encuentro Literario Solidario Internacional Distrital 2021-2022 (Rotary Club Playa Ancha, Chile).
Seleccionada entre los seis finalistas del III Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana 2023.
Elegida por Stephen Sadow (Northeastern University, Boston) para integrar el archivo de poetas judíos latinoamericanos, donde figuran solo 18 autores venezolanos.
Miembro de la Academia de Genealogía de Venezuela (AGEVEN), del Círculo de Escritores de Venezuela, del Comité Venezolano de Yad Vashem y miembro honorario de la Fundación Universidad Hispana.
Ha sido jurado principal en los certámenes internacionales Notas Migratorias César Vallejo y Macondos del Siglo XXI (2022, 2023 y 2024), y ha participado como poeta en múltiples eventos culturales y artísticos.
Espacio Anna Frank ha incluido sus poemas en su Gira Cultural In Memoriam 2023 y 2024.
Puede encontrarse en:
Instagram y TikTok: @escritora.cretiva
Canal de YouTube: No alcanzan las palabras

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FARAH CISNEROS: EL ALTAR DEL PRESENTE

El altar del presente

Por Farah Cisneros

Hay un instante que nunca se detiene, pero tampoco se repite. Ese instante tiene un nombre secreto que los sabios han murmurado a través de los siglos: se llama ahora. En su aparente sencillez late la eternidad, y en su silencio caben todas las respuestas que solemos buscar en otros tiempos, en otros lugares, en otras vidas que no nos pertenecen.

El presente no pide permiso ni exige condiciones. Simplemente es. Se abre como un jardín dispuesto a florecer en cada respiración, en cada mirada que se detiene sin prisa, en cada latido que nos recuerda que todavía habitamos este cuerpo y esta historia.

Vivir en el ahora es un acto de amor y de pureza. Es entregarse a la danza invisible del instante sin pretender sujetarlo. Cuando nos dejamos abrazar por su misterio, el miedo se disuelve, las cargas se aligeran, y lo que parecía distante se vuelve posible. Entonces las emociones, sin ser reprimidas ni sobreactuadas, encuentran un cauce limpio por donde correr: la ternura, la compasión, la alegría sencilla de existir.

Hay quienes creen que el bienestar se construye acumulando cosas, alcanzando metas o cruzando fronteras. Pero el verdadero bienestar se gesta en la presencia plena, en la decisión de estar aquí y ahora, sin la ansiedad del mañana ni el eco del ayer. Cada momento vivido con consciencia se vuelve sagrado, porque nos revela que lo más importante no se mide en minutos ni en recuerdos, sino en la profundidad de la experiencia.

El ahora es un altar invisible donde las emociones se purifican y el alma se aquieta. Allí descubrimos que el amor no es un sentimiento lejano, sino una práctica que se manifiesta en lo cotidiano: en la palabra que alivia, en la mirada que comprende, en la mano que sostiene.

Vivir el presente es habitar la eternidad en miniatura. Es construir una vida que no huye ni se esconde, sino que respira con gratitud y florece con cada instante que se sabe irrepetible.

Farah Cisneros. Escritora – Pinealista y Mentora

Facilitadora en Procesos de Cambio y Transformación Personal
Master Coach Neuro-Linguistic Programming PNL
Certified Heal Your Life Teacher Philosophy Louise Hay
Fundadora y Directora de EGP. Escuela de Gerencia y Pensadores
Autora del libro ¡Haz lo que te dé la gana!
Produce, coordina y desarrolla el Programa de Entrenamiento y Desarrollo Integral
Personalizado-PEDIP de EGP. Escuela de Gerencia y Pensadores
Directora de Relaciones Institucionales del Círculo de Escritores de Venezuela.

@FARAHCISNEROS?farahcisneros@hotmail.com –
escueladegerenciaypensadores@gmail.com
http://egpvenezuela.wix.com/egpvenezuela
http://egpvenezuela.wixsite.com/farahcisneros

 

Editora: Carmen Cristina Wolf

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RODRIGO LARES BASSA: LA CAJA GUARDA Y PESA

LA CAJA GUARDA Y PESA

por Rodrigo Eloy Lares Bassa

 

I

—Todo está bien, pero algo va a pasar —dijo.

—¿No cree que hay una contrariedad en su afirmación?

—No. Es normal, por lo menos así lo veo. Ya son dos décadas en las que nos han moldeado para pensar así; la contrariedad, el sinsentido, ya no nos sorprende: es parte de nuestra forma de ver las cosas.

—¿Y no cree usted que esa visión de vida es insana? Lo digo por su profesión.

—¿Insana, por ser médico? La verdad, no sé quién está más loco en este país: si nosotros, por querer seguir viviendo en esta cotidianidad absurda, o quienes la dirigen como titiriteros, saturando la realidad con una irrealidad fabricada. Además, recuerde que mi especialidad es forense. Me entiendo más con los muertos que con los vivos.

—Lo sé. Fue la espada con la que me hiciste touché cuando me presentaste tu renuncia a la cátedra.

—Gracias por la jubilación. Entre eso y la tranquilidad que me da haber regresado a este pueblo —inalcanzable incluso a la mano de Dios, mi tierra natal— he encontrado paz interior para sobrellevar este manicomio nacional.

 

La pareja se sirvió un trago, cristalino, de fabricación casera. Tosco al paladar, hacía carraspear al primer intento y arrancar un suspiro en clave de quejido: como si ganar al líquido fuera una pequeña victoria estomacal. Ese destilado, pensó Antonio, tenía algo de patria: un brebaje áspero, hecho en resistencia, que todavía logra reunir a los que quedan.

El médico sonrió al ver triunfante al académico.

—Dime que no está bueno… ¡a que sí lo está!

Antonio rió y, mirando la tapara vacía, respondió:

—Son muchos años, Eugenio, los que nos unen en amistad. Recuerdo como si fuera ayer aquel día en que sacaste de la gaveta de tu oficina ese frasco transparente y te lo empinaste. ¡Yo pensaba que te suicidabas frente a mí, ingiriendo formol!

 

Atardecía. Las bandadas de periquitos coloreaban el cielo naranja; el calor se disipaba y la gente comenzaba a salir a conversar a cielo abierto. Así estaban ellos: frente a la fachada de una casa oscura, agrietada por el abandono. Una fachada que parecía mapa de país: pintura descascarada, ventanas tapiadas como ojos que ya no miran.

 

—Jajaja… así es. Recuerdo el grito que me diste, pero sobre todo tu palidez. Fue con un trago de este destilado que logré devolverte el color.

—Sí… ese día fue complicado. Llegar a casa borracho… Recuerdo la cara de Gisela al verme así.

—Ay, Antonio… amigo… ¿y cómo llevas tu duelo? Sentí mucho la noticia.

—Aún lo llevo. Ahora leyéndola… y viajando. Así es que lo llevo.

Señaló una caja de madera gastada en la banqueta.

—La caja de sus escritos. La recuerdo. Me la mostraste en la biblioteca de tu casa…

Antonio suspiró:

—La caja guarda y pesa. Como la casa, como el país.

Eugenio le miró con gravedad, y luego encendió un cigarro.

Casi al mismo tiempo, en la plaza del pueblo, otro coro de voces hablaba de quedarse o de partir —las mismas preguntas que aquí nos hacemos, pero dichas por los que aún no han hecho la maleta.

II

En una ciudad cercana a la capital, me llamó la atención un grupo de jóvenes reunidos en una plaza —dijo Antonio, mientras Eugenio lo escuchaba plácidamente, como quien se asoma a una ventana que le queda grande. Fijé mi atención porque, por la inseguridad, ya no es común ver a nadie reunido en plazas de noche —contó Antonio—. Me acerqué intentando ser invisible. Quería escucharlos. Si les hablaba, se cohibían:

—Llámame loca —decía una joven—, pero desde que decidí no emigrar y quedarme acá, me ha salido trabajo, conocí a alguien y he estado rodeada de amigos. Es raro, con el caos que hay.

—Yo pienso igual —dijo otro—. No me quiero ir. Ni me lo he planteado.

—Recuerdo el día que fui a la embajada, llorando por dentro y por fuera. Quería irme, pero no quería dejar solos a mis padres.

—Unas semanas antes de irme, recibí una oferta maravillosa. Aquí estoy, feliz, valorando más que nunca a mi familia.

—Yo también… Quisiera abrazar a la que fui hace un año, decirle: “Todo va a estar bien.”

—Así es. Todo saldrá bien. Si me toca irme, seré otra persona. Y si me quedo, no será en vano la lucha por lo mío: mi país, mi familia.

 

Antonio los miraba, oculto en una esquina de la plaza. Aquella reunión parecía un milagro: una fachada viva levantada en medio del derrumbe general. El país todavía tenía la capacidad de abrir espacios así, como habitaciones donde las voces jóvenes se atrevían a habitar.

 

—Qué lindo oírlos —dijo una mujer que se había sumado—. Cuesta hablar de esto.

—Cuando dejas de forzar las cosas, suceden cosas bonitas —dijo otra.

—No todo el mundo se quiere ir —murmuró uno.

—Creo que nadie quiere irse del país donde creció.

—Es que es la casa que habito —dijo una.

 

Todos se quedaron en silencio. El sol se despedía, lanzando sus últimos rayos sobre la plaza provinciana. En ese instante, Antonio pensó que aquellas palabras eran como una caja abierta: guardaban el peso de lo heredado, pero también dejaban escapar la luz de algo que todavía se mueve dentro.

Y, sin decirlo en voz alta, imaginó el ferry al fondo del lago: quieto, detenido en su vaivén de siempre, esperando a los que decidan subir.

III

—¿Sabes qué es lo más caro aquí? —me dijo Eugenio, mientras golpeaba la mesa con los nudillos—.

—¿El café? —pregunté.

—No. El silencio. Cada quien paga con lo que tiene para comprar un rato de silencio.

Lo dijo riendo, con ese humor negro que es casi un recurso de supervivencia. Y luego añadió, como quien deja caer una piedra en un pozo:

—La caja guarda y pesa.

Esa frase se me quedó resonando como un tambor. Tal vez porque en sueños me he visto abriendo cajas que no son mías: unas llenas de fotografías descoloridas, otras vacías, como si hubieran contenido algo que ya no alcanzo a recordar.

En una de esas visiones nocturnas, camino por una calle donde las fachadas se mantienen en pie aunque las casas detrás ya no existan. Solo decorados de un pueblo inventado. Tras esas paredes huecas, alguien ríe, alguien llora, alguien cocina. Pero todo ocurre fuera de mi alcance, como si yo fuera espectador en una obra sin actores.

De pronto, el ferry aparece, suspendido en medio de la calle. No flota en agua, sino en el aire pesado de la ciudad. Sus motores roncan como un animal dormido. Lo miro y siento que podría subirme en cualquier momento, pero sé que no lleva a ninguna parte. O sí: tal vez al mismo sitio del que partió.

Eugenio, que sigue en mi sueño, me mira con ironía.

—La caja guarda y pesa —repite, como si quisiera tatuar la frase en mi frente.

Y yo despierto con la sensación de que el país es esa caja heredada: demasiado grande para cargarla, demasiado pequeña para vivir en ella.

IV

Esa misma tarde, Antonio caminaba por el barrio donde había crecido. Las casas parecían más pequeñas, las fachadas descascaradas, como si los años hubieran limado sus aristas.

Se detuvo frente a la suya, la casa de infancia. La miró como quien observa un cuerpo dormido: aún reconocible, pero ajeno.

En la esquina, un grupo de hombres jugaba dominó sobre una mesa improvisada. Entre jugada y jugada, pasaban un vaso de destilado casero que ardía en la garganta y soltaba la risa. El alcohol era turbio, pero la risa, limpia.

Ese detalle, insignificante para cualquiera, le pareció a Antonio la prueba de que la vida todavía sabía defenderse: un sorbo amargo transformado en chispa de resistencia.

—La caja guarda y pesa —murmuró, recordando a Eugenio. Y se preguntó si esa caja no sería también la memoria de la calle: cada pared desconchada, cada rostro que se había ido, cada risa que todavía sobrevivía a pesar de todo.

Más adelante, al llegar al río, creyó ver de nuevo el ferry balanceándose en la distancia, aunque sabía que no podía estar allí. El barco era un espejismo persistente, una promesa a medio cumplir.

Antonio cerró los ojos un instante. Cuando los abrió, la ciudad seguía allí, sosteniéndose en sus ruinas, como una fachada que aún no había decidido derrumbarse.

V

De regreso en la plaza del pueblo, Antonio volvió a escuchar las voces. Esta vez no eran jóvenes ni viejos, sino un coro extraño: recuerdos, frases repetidas, rumores de quienes ya no estaban.

Entre ellos, la de Eugenio, nítida como un golpe:

—La caja guarda y pesa.

Antonio sintió que esa caja era ahora el país entero: pesada como herencia, pero también capaz de resonar cuando alguien se atrevía a abrirla. Y en ese eco reconoció las risas del dominó en la esquina, el ardor del destilado casero que convertía lo amargo en fuerza.

Alzó la mirada: las fachadas de las casas parecían todavía firmes, aunque todos supieran que detrás había huecos, paredes caídas, habitaciones vacías. Esa contradicción lo conmovió. El país resistía en su propio teatro, como una escenografía obstinada.

Y en el horizonte, el ferry seguía inmóvil. No partía ni llegaba: era un barco a la espera, un pasaje detenido. Antonio lo miró con la certeza de que cada uno debía decidir cuándo y cómo subirse, o si quedarse en tierra, cargando la caja.

La plaza se fue quedando en silencio. Antonio sonrió, con ese humor negro que tanto lo había acompañado, y pensó:

“El país es esta casa que habito, aunque a veces se me caiga encima. Es también la risa que sobrevive, el trago que arde, la fachada que se sostiene, el ferry que espera. Una herencia que guarda y pesa… pero que también, contra todo pronóstico, me sigue llamando hogar.”

Nota del Editor:

Gracias al escritor Rodrigo Lares Bassa por enviarnos su relato “LA CAJA GUARDA Y PESA”, muy bien calificado en el Concurso Internacional de Cuento “La casa que habito”. Organizado por Ediciones Luminaria del grupo colombiano «Etérea».

“El relato articula un diálogo entre memoria personal y memoria colectiva, enmarcado en la metáfora de la caja como herencia que guarda y pesa. (…) El texto propone que el país mismo es esa caja compartida, pesada pero llena de ecos, donde conviven pérdidas y resistencias que sostienen la identidad.”
Comentario del jurado:
El relato articula un diálogo entre memoria personal y memoria colectiva, enmarcado en la metáfora de la caja como herencia que guarda y pesa. La narración alterna escenas de amistad, duelo, resistencia comunitaria y sueños que confunden realidad con símbolo. El ferry detenido y las fachadas en ruinas funcionan como imágenes que resumen la tensión entre permanecer o partir, entre sostener la risa en la adversidad o sucumbir al silencio. El texto propone que el país mismo es esa caja compartida, pesada pero llena de ecos, donde conviven pérdidas y resistencias que sostienen la identidad.

 

Editor: Carmen Cristina Wolf

@carmencristinawolf en Instagram

 

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JERÓNIMO ALAYÓN: FÉRTIL MISERIA

Jerónimo Alayón

Fértil miseria

Por Jerónimo Alayón

¡Mi hora! —grité—… El silencio

me respondió: —No temas;

tú no verás caer la última gota

que en la clepsidra tiembla.

                Antonio Machado

A menudo no reparamos en ello: pese a la borrachera de cotidianidad, la vida se pasa… «El hombre construye una tendencia hacia el silencio», dijo Harry Almela en Fértil miseria. Lo recordé hace poco. También la historia atada a ese poemario. Era el viernes 5 de marzo de 1993, por la mañana. Había ido a la librería Ludens, en la torre Polar de Plaza Venezuela. Quería comprar un libro, cualquiera.

Después de mirar un rato, vi algo muy raro. Se trataba de un libro que parecía salido de una actividad escolar de reciclaje. Tapas de cartulina común, forradas con papel de bolsa de panadería. Aquello era un atentado contra otros artefactos librescos de alto copete que se vendían allí. En lo que se suponía debía ser una lustrosa portada, estaban dos pegatinas, adheridas sin mayor cuidado. En una figuraba un grabado con una mujer desnuda leyendo en una butaca. En la otra, el título y autor de aquella perpetración: Fértil miseria, de Harry Almela. Todo el conjunto estaba dentro de un sobre, también de papel marrón.

Estaba a punto de desechar el esperpento cuando tras de mí sonó una voz: «Yo, en su lugar, no lo compraba». Me giré y miré feo al impertinente. Por llevarle la contraria, no solo compré aquel adefesio, sino otro que había al lado: Donde la luz me encarna, de Víctor Fuenmayor, en la misma lastimosa encuadernación. Así pues, me encaminé a pagar antes de que el entrometido volviera por sus fueros… y salí de la librería sin despedirme.

Aquel día regresé tarde a mi casa. Me senté a leer ambos libros con escepticismo. Nunca imaginé que un contenido pudiera burlarse así de su continente. Aquella colección de la editorial Dharma, titulada Clandestinos, era eso: bajarle el copete a cierta industria ostentosa del libro. En este momento, tengo el poemario en mis manos. Pienso en los autores que quieren ser influencers, en el retiro último de Almela en Mariara, en su decepción final…

De Fértil miseria solo se imprimieron 200 ejemplares. En su última página dice: «Este libro fue escrito en 1987. Se terminó de hacer a mano en Maracaibo hacia finales del mes más cruel, abril de 1992. Noche de temblores y fértiles miserias». Al cerrar el libro, recordé a Eliot en La tierra baldía quejándose de abril. También a Pantin rememorando a Eliot en El cielo de París. Es una coincidencia que dos poemarios venezolanos, editados en 1992, hablen de la crueldad de abril. Con el pasar de los años, casi todos los meses han terminado siendo los más crueles…

Dos o tres semanas después volví por la librería. El dependiente me dijo: «¿Se acuerda del otro día, cuando miró feo al señor que bromeó sobre el libro que tenía en las manos? Ese era Harry Almela, el autor». Sentí y siento mucha vergüenza de aquel episodio. La ignorancia nos hace fieros y necios. Fue la única vez que vi a Almela. Pasada una década, en la mensajería de Facebook, le conté. Se rio. Nos prometimos un café, uno más de los que se quedaron fríos en algún lugar de lo inhacedero. La vida es eso también: una antología de imposibles.

En mis manos sostengo la factura núm. 17 617 de aquel 5 de marzo de 1993, una factura hecha a mano por 225 bolívares (descuento incluido), una factura que habla de una Caracas amable, sin alcabalas entre ella y su historia, sin el horror cosido a sus paredes. Cierto eco ramosucreano sacude el libro: «Yo estuve allí, en la Casa de lo Oscuro, seducido por la loza y el granito». Sin embargo, sería injusto no afirmar que hay en Almela algo muy de él en la manera del decir poético, algo sorpresivo y desconcertante: «Girando hacia la izquierda, vi lo negro de tu cuerpo sobre el muro». Almela, como Ramos Sucre, vivió angustiado por la palabra. También por la patria en ancestral caída.

He vuelto a la poesía de Almela. Quizás sea el hecho de percibir el país cada vez más como un erial, infértil y asfixiante, un país en el que «los impostores cantan / el himno de su ejército», voces que nunca debieron perpetrar el sacrilegio de hacerse oír. Quizás porque sea propicio «regresar / al tiempo de remolinos / y fuego en las montañas / del verano», aunque solo sea una ilusión. O, muy seguramente, porque «hay cosas de las que se puede hablar / solo al volver de ellas / cuando el vino / se convierte en agua», cuando se tiene la certeza machadiana de no ver «caer la última gota / que en la clepsidra tiembla».

Con la edad sobreviene una claridad meridiana sobre cierta obsolescencia de la vida, ciertos hábitos inútiles, ciertas ambiciones baldías. El hombre es esa tendencia al silencio que decía Almela solo si está dispuesto a renunciar a las palabras, fetiche de quien cree que vive en ellas y no desde ellas (Almela dixit). Quizás el silencio sea lo único digno que le queda al hombre que ha presenciado el ultraje del lenguaje (estoy pensando en Steiner). En todo caso, es irremediable el tufo fúnebre cuando se escribe desde un país obstinado en su deceso.

En algún sitio dije que «escribir implica un propósito definido, el dominio de una técnica específica y una motivación que trasciende la simple necesidad de expresión». Eso es lo que hallo en Almela, un autor con intencionalidad en su pluma. Su obra tiene los quiebres propios del hombre puesto en crisis, pero no es incoherente. Hay un tenue hilo que conecta todo y termina en un silencio cribado, el de quien sabe que «lo que no está escrito / aún espera». También en el silencio de quien dice: «Por respeto a sus incendios cotidianos / no les haré mirar mi tierna herida / en el costado». Esta quedó en su sigilo final.

Fértil miseria. Es un oxímoron que habla del humus. Se trata de un libro cruzado por el dolor, un «dolor doblado en el centro de ninguna parte», un dolor que desborda el poemario hacia otras y posteriores creaciones suyas. Me pregunté por entonces cuánto sufrimiento hacía falta para escribir algo así. La vida se encargaría de responderme. Al cabo, queda la ácida convicción de que todo pasa, salvo la angustia y la decepción, ese persistente humus…

Jerónimo Alayón Lingüista – Escritor

Profesor en la Universidad Central de Venezuela

jeronimo-alayon.com.ve

Gracias al escritor venezolano Jerónimo Alayón por su honda apreciación del libro «Fértil miseria» del autor Harry Almela (1953 -2017), poeta, ensayista, narrador y editor.     Los Editores

 

 

 

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Confesiones de Carmen Cristina Wolf

MI AFICIÓN POR LA ESCRITURA

Por Carmen Cristina Wolf

Mi infancia transcurrió en una familia amante de la lectura. Mi abuelo materno era maestro de gramática y siempre lo recuerdo leyendo en su sillón. Mi madre amaba la lectura, leía las novelas de los clásicos y citaba poemas de memoria, de Andrés Eloy Blanco, García Lorca, Tagore, Rubén Darío, Becquer… De allí viene mi afición por los libros y por la poesía.  A los doce años me refugiaba en mi cuarto para leer libros y revistas. Algunos de ellos casi no los entendía, por ejemplo, “El retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde, “Demian” de Hermann Hesse, Doña Bárbara de Rómulo Gallegos… Como mis hermanos eran varones, jugaba sola casi siempre, supongo que eso me llevó a inventar personajes con los cuales hablaba en voz alta, eso me hacía objeto de la burla de mis hermanos. La imaginación es una caja de maravillas.

Pienso que la fuerza que mueve al mundo es el amor. “Donde no hay amor, poned amor y encontraréis amor”, escribió San Juan de la Cruz. Siempre recuerdo aquella frase de San Agustín, “La medida de amar es amar es amar sin medida”. No hablo de un solo amor, porque mis amores son la familia, los amigos, el país y la escritura. Nuestra sociedad atraviesa hoy por grandes fracturas de valores, una de las fallas radica en la falta de formación de los niños, no se les enseña la importancia del bien común y el arraigo a nuestro país. Mas volviendo a los grandes amores, amo la escritura como la manera de comunicarme en libertad.

El arte en sus distintas manifestaciones nos da a comprender la visión y anhelos de las personas y  promueve el diálogo entre las generaciones. ¡La vida sería tan pobre si no existiera el arte! Nuestro país, pese a la alta migración, presenta una gran riqueza en cuanto a la obra de escritores, artistas plásticos, artes escénicas y teatrales. Hay una efervescencia, los escritores y artistas están en permanente creación.

No creo mucho en la inspiración para escribir. Tú puedes sentirte conmovido por un acontecimiento, una experiencia, un paisaje, una mirada, un poema que escuchaste o leíste. Si no te decides a escribir, no lograrás nada. La escritura requiere aprendizaje, voluntad y constancia. Considero interesante que los buenos escritores impartan talleres de literatura y de escritura creativa. Asistí a  talleres de poesía de Armando Rojas Guardia, y a un taller de mitos y poesía de Ida Gramcko, a ellos les agradezco profundamente sus enseñanzas. Cuando leo no solo por el placer de leer, sino también con una visión crítica, me vienen a la mente poemas e historias.

Siempre digo que escribir es una manera de confesarse ante uno mismo, de reconocerse. Para algunos es una especie de catarsis. En un cuento creé un personaje a quien le preguntan qué busca con el acto de escribir, él responde: «Escribo porque no sé hacer otra cosa»

Para mí, ha pasado de ser un divertimento para transformarse en un deseo de trascender más allá de lo efímero. Se intenta fundar un reino perdurable. También puede ser el espejo que refleja alguna de las innumerables facetas del ser íntimo y de aquello que nos rodea.

 

Desde hace algunos años he dedicado tiempo al Círculo de Escritores de Venezuela, organización que surgió en 1989 como fruto de la iniciativa de un grupo de destacados escritores venezolanos. Creada como una asociación sin fines de lucro, se planteó promover y difundir la literatura venezolana, apoyando la edición de libros y la organización de lecturas, seminarios y recitales.

Actualmente contamos con un presidente que apoya las iniciativas del Círculo, se trata de Edgar Vidaurre Miranda, poeta ensayista, músico y editor. Y con una directiva que nos enorgullece: Magaly Salazar Sanabria, Lidia Salas, Yoyiana Ahumada, Farah Cisneros, Ernesto Marrero Ramírez y mi persona. Se han establecido alianzas con institutos universitarios, medios de comunicación y organizaciones dedicadas a fomentar al arte y la cultura. Su revista web es muy consultada, y nos mantenemos actualizados a través de las redes sociales. Continuamente recibimos solicitudes de autores que desean ingresar. Es una comunidad que nos permite saber lo que los escritores publican, las traducciones de libros y las críticas que se generan. Puedo decir que se publicaron más de doscientos libros y con mucha frecuencia se celebraban eventos, bautizos de libros, homenajes, charlas sobre distintos temas. Durante años contamos con  librerías, teatros y galerías de arte de instituciones para realizar los eventos. Publicar libros resultaba más asequible y teníamos los medios para editarlos. Hoy en día agradecemos profundamente a la Librería Kalathos de Caracas, a Fundación La Poeteca y a la Sala Cabrujas de la Fundacíon Cultural Chacao por su generosa disposición de cedernos sus espacios.

Me resulta gratificante leer a los jóvenes y saber sus opiniones sobre diversos temas de actualidad. Me preocupa la educación de los niños y adolescentes en Venezuela. Una educación deficiente forma seres humanos con carencias profundas. Bien sé que el aprendizaje sobre ser un buen ciudadano y respetar los derechos humanos se imparte en el hogar. Pero es esencial la educación que reciben nuestros muchachos de maestros calificados para su desarrollo personal en la sociedad. Los problemas que confronta desde hace varios años nuestro país, no solo provienen de las circunstancias políticas. Los pueblos que se dejan manipular son fruto de una educación deficiente en el hogar y en las escuelas.

Cuando me preguntan cuál es el poema mío que más me refleja, prefiero no tener que elegir, los poetas nos enamoramos de nuestros versos, incluso un amigo escritor me decía que cuando me gustara mucho un poema mío, se lo diera a leer a alguien de buen criterio y de mi confianza, él podría darme una opinión imparcial. Y recomiendo a los poetas jóvenes que no publiquen sin haber guardado el manuscrito un tiempo. Me ha pasado que dos de mis libros los he revisado después de la publicación y he cambiado algunos versos para una segunda edición.

Si eligiera un poema, sería uno mi libro “Atavíos”, publicado por la editorial El Pez Soluble:

ATAVÍO DE LA PALABRA

Algunos días llevo el golpe de la calle

ya no escribo como antes

los verbos peso, mido y aquilato

en el mundo la libertad está asediada

la ambición ensombrece los cielos

 

Bajo mis pies la espuma dibuja frías panteras

se enrosca en mis tobillos como una serpiente de plata

 Cuánto duele la piel de la palabra

                  desnuda ante la piedra    

                  antiguos cantos  surgen en el fondo de mis sienes.

 

Hasta ahora he publicado los siguientes libros: Fragmentos de isla (Ed. Poiesis 1983), Atavíos (Ed. El Pez  Soluble 1993), Canto al Hombre (Ed. Cármina 1996), Canto al Amor Divino (Ed. Cármina 1997), Prisión abierta ( Ed. Al tanto 2002), Escribe un poema para mí (Ed. Círculo Escritores Venezuela 2001), Huésped del amanecer,  Ediciones Universidad Nacional Abierta, Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez y Museo Abierto para el Mundo, 2015.

Retorno a la Vida (2005), La llama incesante (Ed. Diosa Blanca 2014), Vida y Escritura, ensayos (2015), Donde no cuenta el tiempo (Ed. J. Bernavil 2023).

Selección de mis poemas han sido publicados en: Metapoéticas, Antología de poetas hispanoamericanas, selección de Margara Rusotto, Editorial Pre-Textos.  ELLAS, compilación de Amanda Reverón, Editorial Dos islas, edición en cinco idiomas. Antología de poetas del Círculo de Escritores de Venezuela. Caracas 2005; Travesías del alma. Editora: Verónica Amat. Trilce Ediciones, Salamanca 2015. Arca de los afectos, Antología de Alfredo Pérez Alencart, Editorial Verbum, Salamanca 2013.  V Antología de la Asociación de Escritores de Mérida, Octavo Encuentro Internacional de Escritoras. Mérida 2008. Voices take flight in the reflection of the fallen stones. Antología varios autores, textos ingles/español. Compilación de María Gabriela Madrid. Charleston 2015. A voz limpia. Antología de varios autores, textos en inglés/español. Melbourne 2017. Pasajeras, Editorial Lector Cómplice 2020. Hacedoras 2021 (Editorial Lector Cómplice). Homenaje al Dr. José Gregorio Hernández, antología de poemas 2021. El vuelo y la claridad, Antología (Editorial Diosa Blanca 2022). El dulce ron que las embriaga, 60 poetas de Venezuela y de Canarias publicada en Canarias,  2022.

Me preguntan si busco tener éxito y mi respuesta es que no lo persigo ni pienso en él. No pienso para nada en el éxito. Según la programación neurolingüística debería formar parte de los propósitos en todo lo que emprendas. En mi caso la empleo la salud y el bienestar. Recomiendo los libros del doctor Mario Alonso Puig y de Farah Cisneros sobre este tema.

Rafael Arráiz ha escrito recientemente que hoy en día la poesía es el género literario menos leído y coincido con su apreciación. En el siglo XIX era el género favorito de los lectores y los poetas conseguían mecenas que publicaban sus libros, ahora es muy difícil encontrar editoriales que financien las publicaciones.

Sobre mis deseos a futuro, quisiera que las mujeres y los niños vivan en mi país sin carencias y con dignidad, con libertad de expresión y con derechos políticos plenos.  Es a lo más que puedo aspirar, porque sobre las guerras no podemos hacer nada. También deseo publicar mis poemarios inéditos y un libro de cuentos y crónicas.

Comparto el dolor de las madres que se separan de sus hijos y nietos.  No es lo mismo que los hijos quieran vivir en otro país porque les guste, y que los padres puedan viajar a visitarlos. La mayoría de los jóvenes se van soñando con una vida mejor. El esfuerzo económico que debemos hacer para viajar es enorme y tenemos que conformarnos con hablar a través de las pantallas del celular.

Lo más valioso para mí es la familia, los amigos y mi país. Mi misión actual es enseñar a los jóvenes lo que sé sobre la poesía venezolana e hispanoamericana y continuar como editora de la revista del Círculo de Escritores de Venezuela, que es una ventana para publicar a narradores, ensayistas y poetas.  Para eso son magníficas las redes sociales.

No sé lo que es el resentimiento ni la lamentación que solo conduce a la desdicha.  Yo vivo enamorada de la música, el arte, el encanto que encuentro en mi gente venezolana. Y también de muchos extranjeros que han sido acogidos con cordialidad.  Agradezco la espiritualidad que me han brindado las enseñanzas del cristianismo,  creo en la trascendencia del alma y esa certeza tiene que ver con mis experiencias personales.

Me aparto de las ideologías que tanto dividen y son fuente de discordia.   El arte es una manera maravillosa de transmitir amor. Sin el arte la existencia sería de una pobreza extrema.

Estoy convencida de que ser feliz es una decisión que se renueva día a día. Las dificultades y la certeza de la finitud son una realidad que hay que afrontar con templanza. Parte de la felicidad reside en escribir.   Escribir para mí es una necesidad, un ritual,  una ceremonia y también un juego a veces inocente, en ocasiones puede ser   una denuncia o una visión trascendente de la existencia. Cuando escribo abro una partida de cartas conmigo misma y con el lector, y la partida es infinita. Procuro que mi vida sea una vocación de servicio y los que me rodean sientan el amor que soy capaz de dar.

 

 

 

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POEMA DE RAQUEL MARKUS-FINCKLER

En Rosh Hashaná mi pueblo pide dulzura, futuro y vida.

Pero también carga memorias, dolores y la herencia de odios que pesan como lápidas.

Este poema no busca ni da consuelo fácil, no está lleno de miel, no huele a manzanas.

Este poema es mi protesta, mi memoria y mi respuesta a una herencia que no acepto ni para mí ni para los míos.

Estamos celebrando la creación de un mundo en el que cabemos todos. El pueblo judío lleva más de 3500 años sobre la faz del mundo, y seguiremos existiendo por miles de años más.

Shaná Tová Umetuká por el año 5786 y brindemos por la vida, siempre por la vida.

Heredad

Dios está perdido — y yo heredo la culpa.

No corre sangre por mis venas;

hierve una mezcla de miel y arcilla,

materia prima con que hago templos

que tú conviertes en cementerios.

Tu incomprensión es mi silencio,

la sangre fría que sacrificas

sin más pretextos que tus ancestros.

Dios es señalado — y yo llevo la marca.

Soy enredadera entre tus columnas,

mármol oscuro sobre mil tumbas.

Mi agonía, tu estupidez.

Nunca has sabido de mi estrechez.

Agonizo ante tu desprecio.

Tus pesadillas marcan mis sueños,

y soy culpable hasta cuando rezo.

Dios está perdido — y yo me pierdo con Él.

Soy la caja de Pandora 

que no resguarda la esperanza.

Cero ilusiones, cincuenta plagas.

Tú haces trizas mis filacterias.

Mis cenizas son tu codicia.

Mis vidrieras siempre han vendido

artificios de la desgracia.

Dios está callado — y yo escucho sus gritos.

Mi silencio suena a lamento.

Tú lanzas piedras; yo erijo lápidas.

Apagas lámparas, destruyes libros

y no me permites cuidar mi casa.

Mi agonía, sonrisa turbia.

Montas altares con mis palabras;

enciendo incienso que huele a trampa.

Dios está cansado — y yo me canso con Él.

Soy la venganza con piel humana,

la más terrible de las sirenas,

pues siempre encallas entre mis piedras.

Toco tu alma con mis bacterias,

yo esparzo vicios con mis profetas.

Y tu etiqueta, cómo me pesa;

guardo un demonio bajo la mesa.

Dios es un prófugo — y yo me escapo con Él.

Corre espantado, salva tu vida;

guarda tu odio bajo mi herida.

Mi sangre vieja siempre te aterra,

pues mi bandera alza una estrella

y lleva dos franjas que me desvelan.

Nuestra simiente protestará 

este mundo absurdo que es tu heredad.

Raquel Markus – Finckler

Periodista . Escritora . Poeta . Editora

@escritora.creativa

 

Editora: Carmen Cristina Wolf

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TIBISAY VARGAS ROJAS, SELECCIÓN DE POEMAS

 

A quienes temen repetirse

                                                                       A Thomas Bernhard y su brillante ripio

 

                                              Aulas y galerías/ de lentas ondas

                                             dicen ausencias/ apagan voces.

Rodolfo Moleiro

No temas

repite

volver tras volver es la trama

que te libra del vacío

limpio

el vuelo no se mide

por la altura

no hay puntos cardinales bajo el agua

muy al fondo

el pez elude las corrientes

libre de rutas

puede una y otra

volver a su punto de partida

y siempre

luminoso

el sol sumergido

hace la diferencia.

 

A UNA PALOMA

Ella descansa

en la beatífica intemperie

de la cornisa

sostiene con sus patas

este abismo de lenguaje

lo hace mínimo

en su ojo perseverante

encuentra mi pregunta

una respuesta para la noche

de alta transparencia en la memoria

aquella talla del espíritu santo

en la iglesia matriz del pueblo

y caigo en cuenta

del sagrado misterio

de la blanca  muda  colmada

presencia.

 

AQUEL TEMPLO

                          A la memoria de Emanuel Swedenborg

Amanece
y los Espíritus del Mundo
hasta el momento
nube oscura
viran a un azul prodigioso
los árboles nativos
enlazan sus ramajes
filtran el Sol
irisan, y yo
incrustada en la Luz
plena de fe caigo de hinojos
ante el Magno Misterio
de este templo que habito
sigo siendo la partícula disuelta
ser que se abisma
ante la súbita presencia de las cosas
salidas de la nada
maquinarias del hacer
magia o rutina
que me justifican.

 

Pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas Gen.1-1

 

El marco de la ventana
encuadra dimensiones
que hacen inútil
todo posible dialecto
o lenguaje que no provenga
del día innumerado
y líquido.
Toda semblanza criba,
así los grumos de la razón
se atascan de abismo
y el sutil ovillo
de la intuición
anuda impalpable el espacio
que sólo el sueño
desata.

 

TIGÜIGÜE

                                            Sus campanas, de tarde,/ignoran la llegada/

                                            del viajero perdido/ en la isla lejana.

Ángel Bernardo Viso

Dos alas de sabana flanquean la vía

bajo un cielo único, plomizo,

del cual pende abismada la memoria

tal la campana de la iglesita

solitaria en su tañido, sobre el polvo

que piadoso cubre los bancos,

las imágenes que devuelven la mirada interrogante

al abandono.

Más allá

el sendero al camposanto,

lápidas sin nombre bajo sombra

de árboles centenarios como el sitio.

El silencio toca

hasta el pensamiento

suspendido al arrobo de florecitas campesinas

única dulzura entre arideces,

y el por qué no aflora,

no rasga la penumbra de las cosas,

de los seres que habitan este pueblo

nombre de ave gris

como sus días.

Tibisay Vargas Rojas

Tibisay Vargas Rojas nació en Caracas, Venezuela (1961). Escritora venezolana, Licenciada en Educación, Mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo, y Especialista en Docencia Universitaria. Facilitadora de Talleres Literarios: CONAC, Casa Nacional de Las Letras “Andrés Bello”.

Sus textos han sido publicados en revistas y periódicos (físicos y digitales) nacionales e internacionales. Su obra forma parte de varias antologías literarias, y ha sido galardonada con premios nacionales en poesía. Ha publicado los poemarios Llana palabra (1993), Pasollano (coautoría, 1993), De humo y sal (1998), Tachaduras (2000), Tema de miseria (2002, reedición 2019), De un patio a otro (2005), Tercera Persona (2008) y Poemas (2009).

 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

Consultar entrevista a la autora en Letralia https://letralia.com/entrevistas/2021/01/25/poeta-tibisay-vargas-rojas/

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SELECCIÓN DE POEMAS DE AMANDA REVERÓN

Amanda Reverón
Nació en Puerto Cabello, estado Carabobo, Venezuela. Es poeta, narradora y fotógrafa. Es fundadora del portal: Lacasaquesoy.blogspot.com /Blogspot Literario Venezolano. Se ha desempeñado como gestor cultural y tallerista en el ámbito literario. Su trabajo ha sido publicado en varias revistas y antologías poéticas. Ha sido traducida al inglés, francés, italiano, griego y catalán.

 

AMANDA REVERÓN.  ANTOLOGÍA POETICA

LA DICHA DE LOS ÁRBOLES

1.-
Hay tanto rostro tuyo en mí…
Luis Alberto Crespo 
En lugar del resplandor
Algo tiene de mí
el viejo árbol
cuando ve venir el  ocaso
y  se aferra a la memoria
y su alma se inclina con ternura
a ras del viento
como quien llega y anhela un pedazo de tierra
donde anclar y ordenar sus dolores
donde pueda soñarse entre cielos y arreboles
Tiene mucho de mi
el viejo árbol
aunque  a  veces se pierda en sus silencios
 y lo ignore
2.-
Nada turba la piel de los árboles
no hay  astilla
             ni viruta
en su textura
Aún así
la noche desteje presagios
y se aleja
(por si tu tacto)
3.-
La claridad
disonante
no mengua
Desde el tímido fulgor
el temblor
 el arrebato
Todo el paisaje de tus ojos
cabe en mis párpados
Anegas el alba
y te quedas
          mientras el sosiego
es una utopía
de manos tibias
y silabas repetidas
4.-
Como quien llega
bajo la niebla
y se estremece
          como  árbol ajeno a la costumbre
con un resquicio
de sombras
aún
entre las ramas
como un paisaje
donde no alcanza
           no llega
           la palabra
Como quien llega
e interrumpe la vigilia de los pájaros
 y se queda
         se queda
donde no alcanza
           no llega
           la palabra
5.-
… Y nada es lo que parece
gracias a la luz que se aproxima de frente…
Kepa Murua. No es Nada. Ediciones Calambur 2008
¿Quién no ha arado
                   en bosques ilusorios?
y  ha  surcado con ternura la corteza de un árbol
¿quién no ha temido
             alzar la vista al horizonte
                                y  que su luz no le alcance?
pero el amanecer es inexorable
  y traerá consigo el fulgor
                                          la certeza
                                               y  el prodigio
                                                  del trinar de las aves
6.-
Hay algo que no se palpa en el paisaje
una soledad
          que reniega de sí misma.
Los árboles no siempre callan
 no siempre permanecen mudos.
 A veces se rebelan contra el viento
y sostienen la penumbra entre sus ramas.
Como quien llega
y se yergue en  la espesura
para redimir
la antigüedad de su oficio
Amanda Reverón
Es de Puerto Cabello, estado Carabobo, Venezuela. Es poeta, narradora y fotógrafa. Es fundadora del portal: Lacasaquesoy.blogspot.com /Blogspot Literario Venezolano. Se ha desempeñado como gestor cultural y tallerista en el ámbito literario. Su trabajo ha sido publicado en varias revistas y antologías poéticas. Ha sido traducida al inglés, francés, italiano, griego y catalán.
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EL PASILLO, POR JERÓNIMO ALAYÓN

No man is an island, entire of itself… and therefore never send to know for whom the bells tolls; it tolls for thee.

John Donne

Camino por un pasillo

Sé que he visto muchas veces
este corredor
estas balas
esta sangre

Es un pasillo de Caracas
de Bruselas
de Madrid

Un hombre avanza hacia mí

Cruzamos miradas

La muerte siempre tiene espejos
en las pupilas
(lo sabía Pavese)

Al otro lado del mundo
los asesinos celebran el verbo

La palabra es por fin putiferio de los falaces

Mientras tanto
avanzo por el pasillo
atravieso Medellín
                   París
            Kuwait
     Jerusalén
Nairobi
Pittsburg
en todo caso
el pasadizo siempre es

Caracas

Un hombre avanza hacia mí
presagio de adverbios rotos

He muerto tantas veces
que no tengo sombra

Quizás compraba especias
en el mercado de Mogadiscio
y hablaba con requiebros a una mujer

Las semillas de huru saltaron por el aire
su nombre y el mío
quedaron esparcidos en la prensa

Quizás viajaba en tren a Madrid
y leía a Saramago

Las hojas se mancharon de otra historia

Hay tanta narrativa en la sangre salpicada

El hombre que avanza hacia mí
no es un hombre
en sus ojos hay pureza de iniquidad

Me cruza y tropieza

Alguien ha gritado
y mientras caigo
otros caen conmigo
en Caracas
en Yola
en Berlín

Ya no tengo fuerzas
lo reconozco

Estoy cansado de la lotería
con olor a pólvora
de las campanas enamorando féretros
de yacer en el corredor
(como un calendario del año próximo)
esperando a que el pasillo sea el verso

El hombre se marcha

Alguien grita que se lleva mi reloj
mientras yazgo sobre el titular
de mañana
pero mienten
todos
no se ha llevado mi reloj

se ha llevado mi tiempo


© Jerónimo Alayón

CITA CHICAGO:
Jerónimo Alayón, De mí parten las aves esta mañana (Washington: Autoedición, 2024), 45-48.

CITA APA:
Alayón, J. (2024). De mí parten las aves esta mañana. Autoedición, págs. 45-48.

Jerónimo Alayón

Editora: Carmen Cristina Wolf  @carmencristinawolf Instagram

@literaturayvida X

 

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APRENDER A LEER LOS REGALOS DEL DESTINO

 

Farah Cisneros

Por Farah Cisneros

La vida rara vez se anuncia con trompetas. Sus grandes giros, los que marcan senderos invisibles, suelen llegar disfrazados de lo cotidiano: una conversación fortuita, un error cometido sin cálculo, un silencio que nos incomoda o una puerta que se cierra con un estruendo inesperado. Quien no afina la mirada podría jurar que nada especial ocurre, pero el ojo sensible sabe que en cada esquina palpita un llamado: la oportunidad.
Darse cuenta de ella es, quizá, uno de los más grandes actos de conciencia que podemos ejercitar. Porque las oportunidades no siempre se presentan como logros fáciles o como premios dorados. A menudo llegan envueltas en desafío, en contratiempo o en lo que llamamos pérdida. Y es allí donde el alma entrenada en la esperanza descubre un diamante escondido bajo la roca de lo incómodo.
La clave está en el enfoque: esa capacidad de dirigir la luz de nuestro pensamiento hacia lo que nos construye en vez de lo que nos derrumba. No se trata de negar las dificultades ni de cubrirlas con un manto ingenuo de optimismo, sino de transformar lo que nos ocurre en un aprendizaje que nos expanda. Cuando cambiamos la pregunta “¿Por qué a mí?” por “¿Para qué en mí?”, la vida se abre como un libro que revela un capítulo nuevo.
Cada evento, incluso el más árido, contiene semillas de transformación. El fracaso puede enseñar disciplina, la despedida puede despertar gratitud, la caída puede recordarnos la fortaleza de levantarnos. No existe acontecimiento que no ofrezca, de alguna manera, un puente hacia nuestra mejor versión, si nos atrevemos a cruzarlo con ojos abiertos y corazón disponible.
Así, cultivar un enfoque positivo no significa vivir en un espejismo de sonrisas forzadas, sino aprender a elegir la mirada que siembra futuro. Es decirle al dolor: “te escucho, pero no me detengo”; al error: “me enseñas, pero no me defines”; a la incertidumbre: “camino contigo, aunque no vea la meta”.
La vida se vuelve más ligera cuando entendemos que la suma de nuestros días no es otra cosa que la suma de las oportunidades reconocidas y aprovechadas. Quien sabe leer en las entrelíneas de sus experiencias descubre que nunca hubo pérdidas, sino transformaciones; nunca hubo finales, sino comienzos disfrazados.
Porque lo decisivo no es lo que sucede, sino lo que decidimos hacer con lo que sucede. Allí radica el arte de vivir: en volver positivo lo adverso, en esculpir sentido donde parecía no haberlo, en agradecer lo que llega y lo que se va. La oportunidad no es un suceso; es una actitud. Y esa actitud, cuando se cultiva, convierte la existencia en un terreno fértil donde florece la resiliencia, la fe y la alegría de estar vivos.
No tengas miedo
Por Farah Cisneros
Soy casa y camino, soy raíz y vuelo.
Soy memoria y promesa, herida y cicatriz hecha luz.
En mí habita la voz del universo que susurra:
eres suficiente, eres sagrada, eres amor.
Hoy florezco en la certeza de que mi lugar favorito
ha estado siempre aquí: dentro de mí.
@FARAH_CISNEROS en Instagram
Farah Cisneros

Editora de la web: Carmen Cristina Wolf

@carmencristinawolf
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La oscuridad que florece: poesía de Joiner Bernavil en Lirios Negros

La oscuridad que florece: poesía de Joiner Bernavil en Lirios Negros

 

Joiner Bernavil es una voz joven y necesaria en la poesía contemporánea venezolana. Con una sensibilidad aguda y un lenguaje cargado de imágenes profundas, ha logrado construir una obra que invita a la contemplación, al desgarro y a la ternura. Su poemario Lirios negros se presenta como un viaje por los pasadizos íntimos del migrante, ese lugar etéreo entre el cerebro y el pecho donde habitan las emociones más hondas y donde cualquiera puede parecerse.

Poeta y editor, Bernavil no solo cultiva su propia palabra, sino que también abre caminos para las voces de otros, le importa la obra de otras personas que como él intentan respirar y mostrar sus historias o sus versos. Su mirada sobre la naturaleza, el amor, el desarraigo y la memoria se transforma en un canto nocturno que no teme a la oscuridad, sino que la convierte en materia poética.

Bernavil no teme abordar temas complejos ni explorar territorios emocionales difíciles. Su lenguaje, cuidado y preciso, se transforma en un puente que conecta al lector con las profundidades del alma humana, invitándolo a reflexionar, sentir y, sobre todo, a compartir la experiencia poética como un acto de vida y resistencia.

Palabras del poeta y periodista José Pulido sobre la obra de Joiner Bernavil

Prólogo Lirios Negros

Según el Diccionario de los símbolos, “El lirio es sinónimo de blancura y, en consecuencia, de pureza, inocencia y virginidad”. No significa que un lirio negro sea todo lo contrario. El lirio negro quizás alude a la tristeza, a la pesadumbre, al desencanto, a la ausencia del color. El mencionado diccionario también señala que “El lirio de los valles está relacionado con el árbol de la vida plantado en el paraíso”.

Leyendo el poemario de Joiner Bernavil: Lirios negros, he deambulado gustosamente por un laberinto de sentimientos, como si al recorrer sus párrafos, sus páginas, entrara no solo a la mente, no solo a la psique de un poeta, sino también a ese espacio que hay entre el cerebro y el pecho, generalmente llamado corazón, porque el corazón es la máquina que bombea el combustible de las emociones y, al parecer, también se presenta como un canto en los sueños. Un canto nocturno. Esperanzarse por la noche y sufrir la noche.

Joiner es un poeta que avanza por sus caminos sin perder detalles de lo que sus sentidos necesitan percibir. La naturaleza poderosa que bulle afuera con sonidos, colores, olores y mensajes nunca desgastados, entra como una premonición en su alma, lo llena de temores y bellezas, de vuelos y caídas. Y el poeta sobrevive transformando en frases todo lo que recibe. Entonces pasa a la etapa de compartir sus poemas y todo lo que han logrado guardar en recipientes no exentos de dulzura.

Paul Valéry escribió esto: “Lo que vale solo para nosotros no vale nada. Es la ley de la Literatura”.

Contiene tanta verdad que hasta podría ser una ley, una norma. Y, sin embargo, existe el margen de pensar en algo contrario: lo que puede valer para los demás quizás carezca de valor para nosotros.

El libro Lirios negros, que ha concebido Joiner Bernavil en este tiempo, abre una puerta de frescura desolada, de sensaciones que rebotan entre la tristeza y la fuerza vital de una estética cotidiana, de hombre joven haciendo equilibrios en las fronteras procelosas del amor.

Joiner Bernavil es poeta y es editor. En sus constantes quehaceres generosos, difunde libros de otros y libros suyos. Difunde sobriamente la poesía. Y busca de un modo permanente la máxima expresión que su existencia anhela.

Este poemario titulado Lirios negros es un libro que marcará el inicio de una nueva etapa en la escritura de Bernavil. La estancia en otra parte, el desarraigo que le hace amar a solas y callado su Maracaibo ardiente.

La poesía de Joiner Bernavil contenida en esta obra exige lectura y relectura, musitando las frases como si el alma tuviera idioma y boca para leer cada uno de sus versos.

7 Poemas del quinto libro de Joiner Bernavil, Lirios Negros

Duermen los pájaros en tu ausencia,

solo despiertan cuando escuchan mi llanto.

Llama de silencio interminable,

que, con el tiempo, propaga las nostalgias

como un gran incendio en medio de la nada, en el ser.

 El fuego roza la pulcritud de las nubes.

  • * * *

Así se vive en el espino, sin raíz, flotando en el río.

No pueden verse los dos mundos,

él desea que se detenga, las colinas en el fondo, viento de la tarde,

en algún momento se hundirá y será algo escondido,

extraviado,

podrá descansar mientras los lirios inalcanzables

crecen desde el interior,

sus ojos en perspectiva,

presencian el color carmín del corazón

que ha caído por la ventana.

     * * *

¿Quieres ir al bosque?

Hay un alma salvaje,

está de pie debajo del abedul. Forzando la luz hacia su interior,

signos de ausencias, surcos de luz amarilla,

hasta el crepúsculo que atraviesa la ventana para iluminarla,

y de pronto: la luz blanca.

Oscura mirada, detrás de ella la soledad, la describe una sombra,

el calor de sus manos se ha ido.

Logra ser millones de hojas que pasean por la vida

hasta convertirse en pasado.

     * * *

El pino está creciendo como hundiendo

 sus raíces detrás de la cerca, en un espacio cerrado,

encharcado con la soledad.

Frente al paisaje se yergue un cielo

que avanza con el tiempo,

y a unos metros se alcanza a ver el atardecer,

va soltando las palabras sin contar que desde mi postura de observador

el corazón se me pierde

en el instante que un pájaro trina,

se convierte en la voz de la tarde

y la noche es los ojos que se cierran.

     * * *

No te diré lo que escribo, mi voz conoce al silencio,

flores violetas que trazan el camino

hacia las heridas que aparecen entre estas cuatro

paredes, yo me entrego a la música en el tristísimo momento,

pero no te diré nada.

     * * *

Los pasos se alejan de una planta pisada

que recién descubre la hostilidad del mundo,

pero crece con el sol y llega a la ventana sobre la lisa

superficie de la pared blanca.

El hombre piensa en cortarla,

deja de existir después de un atardecer.

      * * *

Un pedazo de cielo incrustado

en las ramas finas del árbol, se sostienen algunos pájaros del tamaño de la luna.

Los cinco seres pasan

de un lado al otro del astro, se tambalean los tajos

que a veces acaricia el viento.

Editora: Carmen Cristina Wolf 

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En la ciudad al borde menos bardas y más verde, por Faitha Nahmens

Faitha Nahmens Larrazábal

En homenaje a los 458 años de Caracas, publicamos este artículo de la periodista venezolana Faitha Nahmens, amante fiel de nuestra ciudad.

En la ciudad al borde menos bardas y más verde

Faitha Nahmens Larrazábal

Democracia es florecer en el abismo

Verde terco, verde bandera posible, verde propuesta, en el verso de Cadenas que lo celebra y lo siembra, el color es pista que da fe de la persistencia. Enfocado en el cogollo que brota en el resquicio impensable y acaso dándonos aliento, con su verbo de increpar —¿qué hace la palabra amor colgada de un fusil?—, el poeta advierte dulcemente: florecemos en el abismo. Más que un guiño a la entraña nos da una clave.

Pese a no pocas contrariedades y desatinos, verbigracia el implante de palmeras en recalentado dorado de embuste, y pese al auge de la desconcertante misión leña —los árboles sin fronda, podados enjutos como un isopo según la analogía de la arquitecta María Eugenia Bacci, para liberarlos de la tiña o acaso para que por las ramas no se encarame el indeseado y nos sorprenda en el corredor—, nuestro destino edénico tan natural salta a la vista: es la vida. Cuando Damocles amenaza nuestras mollera con su espada, ojalá dar la vida sea, más que perderla en el compromiso que apremia, vivirla. Decidir por ella.

Con esencial contumacia, lo verde persevera en este valle de lágrimas, de silicona, de pasiones y de amos que se rotan en la narrativa de desmemoria y picota. De cerros y lomas, carros y maromas. De trampas urbanas y solapamientos al este, el hormigón que se deteste. Capital de retrechería histórica, tres intentos de conquista hasta Lozada, de epicentro extraviado y rota la calzada, de burbujas que narran variaciones de aromas y fachadas, mezcla a juro y con desgano de la ciudad desigual, y que vivan sus variaciones— Campo Alegre, Caricuao, La Floresta, La Pastora, El Paraíso, Petare, El Pedregal, La Florida, La Lagunita o Catia sin laguna—, Caracas tiene su tumbao. La clave es más verde que madura. La dice el mango tan a mano y a pedir de boca: man go, el hombre se va.

Vocación de verde, aun con menos habitantes de raíz, los hijos idos y los tantos árboles tronchados hasta convertirlos en tocones, el privilegio tropical alcanza su punto climático con el Ávila y su verde mutando de un minuto al otro según los designios de la luz gozona y correlona; con la montaña sinuosa y ambigua, un sultán o una mujer acostada, caderona y con su pezón coqueto asumiendo sensualidades, rosada en diciembre, y siempre verde que te quiero verde. Si Caracas es un clima, como decía Isaac Chocrón, estamos a salvo. El paisaje de brotes que se infiltran nos da un respiro. Cuando nuestro árbol genealógico se deshoja en lejanías, lo verde próximo nos resguarda. Un solo araguaney da oxígeno a 23 de la especie nuestra.

Venida a menos y desdentada, el miedo convirtiéndonos en rehenes sitiados tras las murallas que nos impiden ver los jardines y sentirnos a nuestras anchas, el verde exultante —agradecemos tanto a la lluvia—, es una promesa cumplida con tenacidad en cada resquicio de la caraqueñidad; se trata de una verdad que susurran no sólo sus habitantes de hojas. También lo proclaman las 450 especies de aves que conviven en operática coreografía, y lo anhelan algunos de pelaje resiliente que intentan rebuscarse a todo pulmón.

Bella y escarapelada, tierna y arisca, desarticulada y con voluntad de junco, acaso esta escenografía de brisa perfecta, de este a oeste, Caracas contiene las claves de lo que somos y podemos esperar: llueve y escampa. Cuando más tememos y extrañamos al ser amado o echamos de menos, ay, a las formas republicanas, más fogoso parece el sol que calienta sin distingos; y sale para todos, de Miseria a Porvenir y de Dolores a Gloria. Cuando las nubes lloran con nosotros y nos ahogan o nos besan, igual reconocemos en la carencia que todo aguacero comienza con una sola gota.

Ciudad a la que vamos por partes y que se va acercando poco a poco a sí misma, con aceras disparatadas que vencen por fuerza los jabillos y de eventuales y concurridas rumbas para el reencuentro en la calle tocando la Billos, de identidades en la trama haciendo contraste que los desalmados intentan dar al traste, de gastronomía que persiste, sazón hispana en La Candelaria, criolla profunda en El Hatillo y tanta variedad que aún existe —y qué importante el aún—, Caracas resiste y la clave está justamente ahí, en su naturaleza. Un río, ay, con sombrero —la autopista—, y que miramos con vista gorda, porque Guzmán lo decidió cloaca, y así botó toda su gracia por la borda, desde entonces es agua sin filtros ni purezas que pasa de largo; y nadie se hace cargo. El Guaire nuestro es vertedero de los desechos urbanos y humanos como si su falta de peces, no hablemos de heces, fuera un designio sin vuelta atrás como su ir al mar.

Pero también el río puede reverdecer. Corrijamos el decreto, y alrededor del concreto, sembremos y hagamos sombreadas las orillas, sembremos árboles y que aniden los cristofués y que correteen ardillas. Que la belleza haga su embrujo, no la saboteemos, no es un lujo. Celebremos la iniciativa de Elisa Silva y Cheo Carvajal, que proponen dos kilómetros de Las Mercedes a Colinas para andarnos a la vera del río que podremos ver limpio si usamos en casa purificadores a favor de la biosfera y un gentío. No digamos que la naturaleza se opone. Ni que hay que luchar contra ella, al revés.

Con verde, Caracas podría mantener, ojalá, esa mixtura de ciudad febril y ciudad fértil donde sembrarnos. Arbolada y pajarosa, respirable y con aspiraciones, debe seguir conteniendo espacios en el afuera para el reencuentro, donde darle cuerda al debate y al pensamiento. Obras que alberguen el arte y la cultura e instituciones y piezas arquitectónicas y paisajísticas para la contemplación, no perdamos por el hormigón y el aire acondicionado de las torres herméticas y sanforizadas la ventana abierta y el balcón, ese espacio intermedio de libertad y de la serenata antañona, donde estuvo oyendo su canción, enamorada perdida, Julieta. Asomado, el señor de reventona camiseta. Y recostada, aquella empecinada bicicleta.

Sala común, una ciudad, como órgano vivo que es, como espacio para conversar y con-besar, implica transformaciones, pero no tendrían que ser amputaciones. Caracas con sus 22 arroyos trazando un nuevo damero y flanqueados por bancos para la devoción ¿no sería el edén? ¿O es acaso muy bucólica la imagen? ¿Mejor con la torre británica o no cabe tal comparación? ¿Tal edificio de Altamira es una gracia, una arrogancia o una desproporción? Quisimos tener nuestra torre Eiffel, una jirafa como aquella dama de hierro de piernas largas y tan controversial como Madonna entaconada, de 300 metros del suelo al cielo o tres cuadras verticales, visitada por unos seis millones de personas al año. Pero el desdén le colgó telarañas al edificio de gran tamaño, qué daño.

Las ciudades, como modelo y estructura de vida organizada y efervescente, son indetenible predilección de la geodesia. A esa noción compleja que implica mucho más que la reunión de pobladores en un territorio acotado, que tuvo murallas —y aquí de nuevo y donde las haya—, en el mundo se ha sumado más de 60 por ciento de la población, y no se detiene la tendencia a favor: somos cada vez más urbanos y nos congregamos para establecernos, satisfacer nuestras necesidades, convivir, producir ideas, rezar o no, y crear, compitiendo con el dios abjurado. Colmena que variará según el clima y la geografía, y sin duda el sistema de creencias, una ciudad es reflejo del pensamiento de sus habitantes. Su espejo. ¿Somos conductores solo de automóviles? Nos viene bien repasar la hoja, releerla, voltearla.

Una ciudad sobresaliente es más que su señalización inteligente aunque qué listos los que aprovechan la oportunidad para enraizar democracia: es el epítome de la democracia misma; su plataforma perfecta. Aun cuando tenga líneas de casas exactas como narrativa, contendrá la irremediable y fascinante diversidad humana de ideas bullentes y de perspectivas que garantiza la condición insoslayable y vital de pluralidad. Volvamos a lo verde y al enraizarnos: tenemos el mejor cacao del mundo porque ese arbusto de fruto autóctono, sí, es originario de nuestro país, en Chuao crece bajo el aromático cobijo de las matas de mango. En tiempos de váyanse de aquí y de no vengan más, cuánto simbolismo.

El salvador no tiene botas ni sables, sino hojas amables. Es el verde. Es la Naturaleza, donde estamos y vivimos: no es que vamos a ella. Convocados para la causa: el malojillo tan bueno que calma y sana todo karma e incluido el síndrome del sauce llorón y el mal de ojillo. El guayabo, más que para amores contrariados, para problemas digestivos; para que no sigamos tragando grueso, con la boca solo besos. La ruda, que no intenta la violencia, al contrario, ayuda a desinflamar. La menta, para el colon irritable, no pretende mentar, y vale como descongestionante nasal. La Yerba Caracas, también conocida como bledo, que nos importa muchísimo porque mejora la memoria, prohibido olvidar, por ahora. El helecho, mejor que resignación y a lo hecho pecho, persistencia, hacerle a la paz y a la democracia lecho. Y pongámosle cuidado a la enredadera. Es que Caracas se las trae. Sísmica y con sus dramas, la del tongoneo y aquella que tanto se ama, que el té quiero esté servido y el mango con su secreto ungido.

Seamos castores, en las aguas, y pájaros en la construcción de los nidos, escogiendo los materiales más amigables para cada obra, cada puente; invento que enlaza, hay que celebrar aquél que se alzó para uso de los ciervos que quedaron a ambos lados del camino luego que se construyó el viaducto excluyente. Es que como dice Claude Levy Strauss: “La ciudad da simultáneamente testimonio de la procreación biológica, de la evolución orgánica y de la creación estética, ella es, a la vez, objeto de natura y sujeto de cultura, individuo y grupo, lo vivido y soñado, la cosa humana por excelencia”. Si la ciudad es la cosa humana por excelencia y Caracas lo es por naturaleza, imaginemos aquí el maridaje mejor avenido entre ciudad y verde, porque es, ya lo dijimos, su destino. Londres, ciudad con su Támesis, por cierto recuperado como hábitat vivo, hizo un anuncio futurista y vital: promete convertirse en la primera ciudad verde del planeta. Donde haya un parque, quedará. Donde no lo haya, se sembrará.

Valle verde el nuestro, interceptado por demoliciones y el troche y el moche, podríamos ser los abanderados en eso establecer tal forma de convivencia (y todas las posibles) entre ciudad y naturaleza. Podría la arquitectura hacer un diálogo inclusivo, sensual, irremediable con el verde. No, no gallineros verticales en la Avenida Bolívar. Las paces con los árboles es adiós al aniquilamiento de bucares, acacias o mijaos de la entrada del establecimiento comercial, para que ingrese cómodo el automóvil al restaurante sin tropezar (y ya sin pizca de sombra). Está un parque previsto, el Simón Bolívar en la Carlota. Y otro a la vera del arroyo que bordea Vizcaya. Sumemos. Gocemos el verde palmo a palmo, como recomienda la arquitecta paisajista Diana Henríquez. Y no aceptemos restas. ¿Cómo que bicis y motos en el Ávila remontando la cuesta?

Es hora de reconstruirnos, hacer costura en la ruptura, ser comprensivos con los jabillos y asumir el amar Caracas, como estribillo: no solo en Amadores, también de Miseria a Peligro. La vida debería ser amarilla como el araguaney: amar y ya. Prefiramos antes que el miedo irnos por la calle del medio. Que el verde del abismo, constancia poética, paisajística y política sea el único barranco por el cual zumbarnos, ay, amén del amor. Repitamos como mantra a Shakespeare, en sintonía naturalista: “El amor alivia como la luz del sol tras la lluvia”. Reverdeceremos.

Faitha Nahmens Larrazábal. Reconocida periodista nacida en Caracas en 1958, egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Es una gran investigadora. Recomendamos leer la entrevista que le hace José Pulido y ha sido publicada en Letralia:

https://letralia.com/entrevistas/2020/10/04/faitha-nahmens/

 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

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Entrevista al escritor Ernesto Marrero Ramírez

A cargo de la periodista Acela Santamaría.

“CADA QUIEN, EN SU ESPACIO Y CON SU CAPACIDAD,
PUEDE AYUDAR A COLOCAR LOS LADRILLOS DE UN
MUNDO MEJOR”

“Me enfoco principalmente en una filosofía existencialista que reflexiona ante
la realidad de la impermanencia, la importancia del autoconocimiento, la
libertad del individuo y la responsabilidad con nuestro momento histórico.
Todo esto con la intención de llevar una vida con propósito y una visión
trascendental”, expresó el escritor Ernesto Marrero al definir la filosofía que
orienta su quehacer en el mundo de las letras.

¿Cómo puede definir su experiencia en este transitar por el mundo de las letras?

Ha sido una experiencia muy gratificante y, a la vez, exigente. Por un lado, he podido
transmitir mis ideas y reflexiones a muchas personas y me he llevado muchos comentarios
satisfactorios sobre mis libros. Por otro lado, he tenido que estudiar y reflexionar mucho
para seguir ahondando en mis pensamientos y mejorar mis estilos prosísticos y poéticos.

En su rol como conferencista, en los colegios y en diferentes espacios para los jóvenes, ¿qué misión se ha trazado?

Crear conciencia en los niños y jóvenes sobre la importancia de la lectura para el desarrollo
de un pensamiento crítico, y un lenguaje amplio que les permita expresarse con fluidez y
así puedan desarrollar ideas con argumentos sólidos en el futuro. Por otro lado, busco
difundir valores esenciales como el respeto, la responsabilidad, la gratitud, la tolerancia, la
justicia, la cooperación y la honestidad. Todo esto desde el principio del autoconocimiento.

¿Cuáles son los valores familiares que considera más importantes en la actualidad?

Pienso que hay muchos valores familiares que son importantes mantener dentro de la
familia, pero quisiera resaltar algunos que considero esenciales, como son el respeto, la
comunicación, el amor, la unión, la honestidad, la responsabilidad, la gratitud y la
tolerancia.

TRAYECTORIA A PULSO

Ernesto Marrero Ramírez es poeta, cuentista y ensayista venezolano.
Licenciado en Administración y Magister en Filosofía práctica de la
Universidad Católica Andrés Bello. También realizó estudios superiores de
Psicología Existencial en la Universidad de Winner en Lima, Perú y
Psicología Analítica en el Centro de Estudios Junguianos en Caracas, además
de Narrativa Contemporánea en la UCAB. Es director de cultura del Círculo
de Escritores de Venezuela y miembro de la Sociedad Venezolana de
Filosofía. Se ha desempeñado como profesor universitario, investigador,
conferencista, asesor gerencial, locutor, productor de micros radiales y
articulista sobre temas filosóficos, biográficos y existenciales.

¿Cuántos años lleva ya en este oficio de escribir y qué géneros literarios ha manejado durante ese tiempo?

Mi opera prima fue un poemario llamado Cantos de amor y reflexión, que publiqué en el
año 1996 con la Fundación Sypal (Servicios y Proyecciones para América Latina). En
septiembre de ese mismo año había ganado el concurso de El mes de la Poesía, del
programa “Descifra el enigma” en la emisora radial 88.9 de FM Center, donde participé con
el poema “Cuánto te quiero”, esa premiación me estimuló a la publicación de mi primer
libro. Si tomo como partida el año 1996, puedo decir que llevo 29 años en el oficio de
escribir, donde he experimentado diferentes géneros literarios como la poesía, los
aforismos, el cuento, la fábula, los apólogos, el ensayo y la novela. Ya son catorce libros
publicados y tengo en desarrollo un libro de ensayos y un cuento. Los dos más recientes,
publicados a finales de 2024, fueron Fragmentos de impermanencia y Entre dioses y
mortales, uno en el género de la poesía y el otro en el género del cuento, ambos con el
apoyo editorial del Círculo de Escritores de Venezuela.

¿Cuál de sus libros es el que más le gusta y por qué?

En realidad, es difícil decir cuál de tus hijos es el mejor, porque así considero a mis libros,
pero no puedo negar que mis últimos poemarios: El tiempo y su legado y Fragmentos de
impermanencia, tienen un magnetismo especial que me llevan a revisarlos con frecuencia.
También El Pececito que quería ser humano y La leyenda del sabio de la montaña, han sido
libros esenciales en mi carrera como escritor, ya que llegaron a ubicarse dentro de “los más
vendidos”, en las cadenas de librerías Nacho y Novedades que, en su momento, fueron de
las más prestigiosas de Venezuela. De hecho, El pececito que quería ser humano ya es
calificado, por muchos libreros y profesores, como un libro clásico dentro de la literatura
juvenil venezolana.

Es padre, administrador, contador, escritor y director de cultura del Círculo de Escritores de Venezuela, ¿qué le falta por hacer?

Lo que no dejo ni dejaré de hacer es continuar con mi proceso de autoconocimiento y,
seguramente, en ese proceso se irán destapando nuevas facetas en mi vida. He sido profesor
universitario y he trabajado la locución en algunos programas radiales, también estuve un
tiempo realizando algunos trabajos plásticos y he practicado ciertos deportes, aunque en
este momento me he avocado más al senderismo.
La búsqueda de un sentido en la vida y tratar de hacer consciente mi inconsciente, como
decía Jung, son metas que trato de colocarme a diario. Así como aportar un grano de arena
en la construcción de una sociedad mejor.

Sabemos que además de escribir y de asesorar empresas, se dedica a actividades muy amenas en familia, al aire libre, explorando la naturaleza con el senderismo. Háblenos un poco de esta faceta en su vida.

Sí, tenemos un grupo de senderismo que he llamado en las redes “Aventuras en Familia”
@aventurasenfamilia_vzla. Con este grupo he tratado de incentivar los valores familiares,
y que las personas entiendan que pueden salir con toda su familia a disfrutar las bellezas
naturales que tiene nuestro país. Además, desarrollar en las personas una conciencia más
ecológica, que busque conservar y rescatar nuestros espacios naturales. Conectar con la
energía de la Tierra, tener un día de cardio, conocer nuevos espacios naturales y aventuras
familiares, realmente nos recarga y nos recuerda que somos hijos de la madre naturaleza,
porque nuestro cuerpo proviene de ella y hacia ella regresará. Si nos conectamos
conscientemente con los espacios naturales comprendemos que somos parte de un todo
muy grande, que no solo abarca nuestra Tierra sino también el Universo. Ya lo decía Albert
Einstein: “Mira profundamente la naturaleza y entonces entenderás todo mejor”.

Entiendo que tiene una preocupación filosófica que le ha llevado a indagar sobre el sentido de la vida. Háblenos un poco de esto.

Me preocupa ver a esta sociedad del espectáculo que estamos viviendo, o como decía
Mario Vargas Llosa, esta “civilización del espectáculo”. Un vacío que arrastra a las
personas a la cotidianidad, mientras se duermen en la rutina del día a día. Esta es la era de
la posmodernidad donde prevalece la indiferencia, la inmediatez y muchas veces la
estupidez, aquella de la que hablaba el alemán Dietrich Bonhoeffer. Como escribí en mi
ensayo “Posmodernidad, absurdo y responsabilidad”, la cultura que vivimos en la
actualidad lo que busca es entretener a las masas, buscar seguidores y arrastrar a un público
que no quiere pensar ni leer mucho, que solo quiere distraerse de la cotidianidad que lo
sumerge en un sinsentido de vida. En la actualidad, hablar de una vida virtuosa suena
romántico, por eso estamos rodeados de tantos antivalores que van desmoronando la
sociedad y destruyendo familias. Podemos ver como los valores éticos se sustituyen por
aspectos prácticos, instrumentalizados, que benefician intereses particulares, mezquinos, y
no los de la sociedad como tal. Por lo tanto, es indispensable repensar el rumbo que lleva
esta sociedad y rescatar nuevamente los valores éticos y morales. Enfocarnos en conceptos
como el autoconocimiento, la conciencia y el aporte a nuestro momento histórico, como un
proceso de autotrascendencia y mejora social.

¿Tiene algunas palabras que quiera dejarle a sus lectores?

Quisiera decirles que continúen con la lectura para formarse un pensamiento crítico de
nuestro entorno, que aunado a un proceso constante de introspección y reflexión pude
llevarlos a un nivel de conciencia superior. También les quiero decir que, de alguna
manera, todos podemos aportarles algo positivo a nuestra sociedad, porque no todo es
entretenimiento, individualismo, mediocridad, espectáculo o tendencias. Cada quien, en su
espacio y con su capacidad, puede ayudar a colocar los ladrillos de un mundo mejor,
encaminado a la virtud. Ya lo decía la Madre Teresa de Calcuta: “A veces sentimos que lo
que hacemos es tan solo una gota de agua en el mar, pero el mar sería menos si le faltara
esa gota”. Por otro lado, no podemos olvidar nuestra finitud, entender que estamos de paso
en este mundo, con la finalidad de conocer y, sobre todo, conocernos. recordar que al partir
de este plano solo dejaremos nuestro recuerdo. Así lo expresé en mi poema Impermanencia,
publicado en los poemarios El tiempo y su legado y Fragmentos de Impermanencia, del
cual transcribo un extracto:

Pasa una existencia, una vida que se extingue como una llama,
una vida que se desliza hacia el laberinto de la eternidad…
Y quedarán marcadas sus huellas en el polvo de la historia:
inseguras o firmes, ligeras o pesadas, falsas o sinceras.
Y quedará, tal vez, una imagen, un suspiro o un triste mausoleo
Todo, todo pasa en esta vida
… solo quedan los recuerdos

Entrevista realizada por Acela Santamaría

 

Editora: Carmen Cristina Wolf @carmencristinawolf

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LA OBRA LITERARIA DE ANA TERESA TORRES

 

Los invitamos a ingresar en la página oficial de la novelista y ensayista venezolana

ANA TERESA TORRES

Aquí pueden conocer su biografía, su extensa obra y  descargar sus libros:

https://www.anateresatorres.com/

Algunas de sus obras:

FICCIÓN:

novelas y cuentos

1.   El exilio del tiempo (1990, 1991, 1992,1993). Caracas: Monte Ávila Editores, Col. Continentes. 2ª edición corregida y aumentada en Dos novelas (2005). Mérida: Ediciones El otro, el mismo, Col. Salvador Garmendia. 3ª edición Caracas: Ediciones B Venezuela, 2017.

2.   Doña Inés contra el olvido (1992). Caracas: Monte Ávila Editores, Col. Continentes. 2ª edición, Monte Ávila 1999. 3ª edición (2008), Caracas: Editorial Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres  No 4.

3.   Vagas desapariciones (1995). Caracas: Grijalbo. 2ª edición (2011), Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres No 7.

4.   Malena de cinco mundos (1997). Washington, DC: Literal Books. 2ª. Edición (2000, 2005), Caracas: Editorial Blanca Pantin, Col. Narrativa. 3ª. Edición (2008), Madrid: Editorial Veintisiete Letras, Col. Las eras imaginarias.

5.   Los últimos espectadores del acorazado Potemkin (1999). Caracas: Monte Ávila Latinoamericana, Col. Continentes. 2ª edición (2010), México: Fondo de Cultura Económica, Col. Aula atlántica (Julio Ortega, coordinador). Estudio preliminar, edición y notas de Miguel Gomes.

6.   La favorita del señor (2001). Caracas: Editorial Blanca Pantin y Fondo Editorial La Nave va. 2ª edición (2004), Caracas: Alfadil, Col. Letra Erecta. 3ª edición (2010), Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres No. 6.

7.   Cuentos completos (1966-2001). (2002). Mérida: El otro, el mismo, Col. Salvador Garmendia.

8.   El corazón del otro (2005). Caracas: Alfadil, Col. Alfa 7.

9.   Me abrazó tan largamente. En Dos novelas (2005). Mérida: El otro, el mismo, Col. Salvador Garmendia. 2ª edición. Caracas: Editorial Blanca Pantin 2024. Novelas.

10.  Nocturama (2006). Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres No 1.

11.  La fascinación de la víctima (2008). Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres. No 3.

12.  La escribana del viento (2013). Caracas: Alfa, Biblioteca Ana Teresa Torres. No. 9.

13. Diorama (2021). Caracas: Monroy editor.

De su extensa obra ensayística, destaca La herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la revolución bolivariana. Ed. Alfa 2009
Editora: Carmen Cristina Wolf
                 @carmencristinawolf en Instagram
                 @literaturayvida en X
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